• Investigadores estadounidenses dicen que la llave de la vacuna está en la presencia de una bacteria en el organismo

¿Imaginas poder contar con una vacuna antiestrés para las adversidades del día a día? Suena maravilloso, ¿verdad? Debes saber que la ciencia acaba de dar el primer paso para desarrollar con éxito este medicamento. Hay que señalar que el equipo del neuroendocrinólogo Christopher Lowry es el que está realizando esta investigación.

Para las pruebas, se están utilizando microbacterias que se encuentran con facilidad en el suelo, las M. vaccae. La ciencia designa a un gran grupo de agentes externos como ‘viejos amigos’ que alguna vez tuvieron una relación más próxima con el ser humano.

La hipótesis reside en que cuando las personas vivían en el campo y estaban en contacto con los elementos de la naturaleza interactuaban con estos viejos amigos. De esta interacción, se  obtuvieron muchos beneficios para el organismo, así como pasa con la flora intestinal.

A medida que las personas se fueron desplazando a las ciudades, se alejaron de estos microorganismos y se volvieron más vulnerables. A pesar de que evolucionaron dentro de la sociedad, el hecho de alejarse del hábitat natural significó que las ventajas de este intercambio terminaron.

Según las palabras del investigador, cuando sucedió dicha situación, el ser humano perdió el «contacto con organismos que servían para regular el sistema inmunológico y suprimir la inflamación inapropiada». Esto también hizo que las personas se volvieran más propensas a «enfermedades inflamatorias y trastornos psiquiátricos relacionados con el estrés».

Cómo funcionará

Los investigadores ya habían observado la relación entre la bacteria M. vaccae y la reducción del estrés en ratones. En experimentos anteriores, ya la introdujeron y expusieron a las cobayas al estrés. Las que lo recibieron no sufrieron estrés postraumático.

A pesar del resultado, aún no se había aislado el factor que causaba este efecto. Sin embargo, después de muchas investigaciones, pudieron encontrar el lípido responsable de reducir el estrés. Este es un paso muy importante para el desarrollo de la vacuna antiestrés.

La vacuna se elaborará con las bacterias cálidas y sin vida, como se hace con muchas otras vacunas. Para hacerlo, aislarán y sintetizarán un ácido graso (ácido hexadecenoico 10 Z), el cual reduce la inflamación relacionada con el estrés. Esta grasa se une a los receptores que inhiben el proceso, reduciendo así las posibilidades de padecer crisis de estrés.

Esto tiene lugar cuando las células responsables de la inmunidad absorben bacterias, liberando así ácidos grasos. Dicha grasa se junta a los receptores y acaba por bloquear el proceso inflamatorio y, en consecuencia, disminuye el estrés.

Todo y que este es un avance importante, es simplemente el comienzo y aún no es concluyente. Para que se pueda transformar en una vacuna, todavía queda un largo camino por delante. Aún se deben hacer otras pruebas para que sea confiable y estable.

Dicho lo anterior, se calcula que para tener la vacuna antiestrés aún falta cerca de 15 años más. Para que llegue al mercado para un consumo generalizado y no sólo para pruebas, se debe esperar cerca de 20 años. Sin embargo, lo más importante ya está hecho y no es más que el primer paso.

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