En la serie Young Sheldon, precuela de The Big Bang Theory, el joven (personaje ficticio) Sheldon Cooper reta al pastor de su parroquia. El pastor un día dice que hay dos posibilidades: una que Dios exista, y otra que no. Entonces, en ese caso, por matemáticas simples, la probabilidad que Dios exista es del 50%, y esa es una probabilidad bastante alta.
Sheldon le explica al pastor que está confundiendo posibilidad con probabilidad. Es perfectamente posible que me fulmine un rayo en una tormenta eléctrica. La probabilidad se reduce si no estoy en campo abierto, debajo de un árbol, o usando suelas de goma. Es posible que exista un Dios, pero las probabilidades de que exista no son conocidas.
En el mundo físico y moderno, los datos y las computadoras nos ayudan enormemente a estimar las probabilidades de que algo ocurra. Todas las probabilidades de un evento (me paga el cliente o no me paga, sube o baja el precio de la materia prima que uso, sube o baja el tipo de cambio, me tardo más o me tardo menos en construir mi fábrica) se pueden incluir en un plan de negocios.
Así, en lugar de que el plan de negocio tenga un solo escenario de ingresos, egresos y utilidades, las computadoras y la teoría de la probabilidad nos permiten dibujar cientos o miles de escenarios. Este tipo de análisis se llama Montecarlo, en referencia a las casas de apuestas. Desde el siglo XVIII, existían matemáticos y expertos en estadística concentrados en diseñar estrategias para ganar en los juegos de azar.
Estas estrategias, llamadas martingalas, normalmente no son exitosas. Sin embargo, si hay datos sobre el mercado al que queremos entrar, es posible analizar si nuestro plan de negocio será exitoso o no.
En días pasados, el IMCO hizo un análisis sobre la probabilidad de éxito de la refinería de Dos Bocas, Tabasco. La probabilidad (calculada con datos objetivos de precio del petróleo, gasolina, costos de transformación, costo y tiempo de inversión) es de 2%. Es decir, en dos de cada 100 realidades alternativas, el negocio tiene una posibilidad de pagar el costo del capital y tener un valor presente neto mayor a cero.
Este tipo de análisis los tiene que hacer el gobierno para una inversión con un costo estimado de 160,000 millones de pesos, pero también los tendríamos que hacer cuando somos emprendedores, y nuestra inversión es de la millonésima parte de eso.
La razón es muy simple: es muy posible que nos dejemos influir por nuestro optimismo, y pensemos que “echándole ganitas” vamos a sacar el negocio adelante. Hay negocios que no pueden salir adelante ni “echándole ganitas”. Simplemente el diseño del plan de negocio es deficiente, y hay que regresar a la mesa de diseño y pensar en un negocio que no pierda, sino gane dinero. Lo mismo aplica si tengo un negocio en marcha y está perdiendo dinero. Una posibilidad obvia es cerrarlo, pero también podemos usar los datos recopilados para tratar de rediseñar el negocio hacia un concepto que en lugar de perder, gane.
No se nos debe olvidar que aunque seamos el gobierno, los negocios deben ganar suficiente dinero, al menos para pagar el costo del capital, trabajadores e impuestos. De otra forma, no podemos mantenerlos, por más amor o ganas que les entreguemos.