El hallazgo fue publicado el pasado lunes en la sección Reportes Científicos de la revista Nature.

Bautizado Bajadasaurus pronuspinax, el dinosaurio pertenece a la familia de los dicreosáuridos. La reproducción de su cuello espinoso fue exhibida en el Centro Cultural de la Ciencia de Buenos Aires.

“Creemos que las largas y puntiagudas espinas, extremadamente largas y finas, en el cuello y la espalda de Bajadasaurus y Amargasaurus cazaui (otro dicreosáurido) debían servir para disuadir a posibles predadores”, dijo Pablo Gallina, investigador adjunto del estatal Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y la Fundación Félix de Azara de la Universidad Maimónides.

Los saurópodos eran cuadrúpedos que vivieron entre el Triásico Tardío y el final del Cretácico Superior, caracterizados por su gran tamaño y el largo de su cuello y cola.

“Pensamos que si (las espinas) sólo hubieran sido estructuras de hueso desnudas o forradas únicamente de piel podrían haber sufrido roturas o fracturas fácilmente con un golpe o al ser atacados por otros animales”, agregó Gallina.

Por ende, el paleontólogo sugirió que “estas espinas debieron estar protegidas por una funda córnea de queratina similar a lo que sucede en los cuernos de muchos mamíferos”.

El Amargasaurus cazaui habitó el continente sudamericano unos 15 millones de años después del Bajadasaurus. Ambas especies fueron halladas en la provincia de Neuquén, 1.800 km al sudoeste de Buenos Aires.

En la zona fue hallado en 1993 el Giganotosaurus carolinii, considerado el dinosaurio carnívoro más grande de todos los tiempos. La región patagónica es escenario de frecuentes hallazgos paleontológicos.

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